Llegadas a la terminal, dos señoras con una seriedad que metía miedo, miembros de la "policía turística", nos tomaron los datos y nos eligieron un taxi, del cual también apuntaron la patente (para dejarnos bien tranquilas de que ahí nunca pasa nada). Listos los trámites, arrancamos para un hostel que un pibe que estaba medio bueno le había recomendado a Chan en un locutorio de Uyuni (otra tranquilidad).
El lugar era una mezcla de la vecindad del Chavo con la cárcel de Caseros y estaba en construcción. El gallego que atendía el boliche, encapuchado y muy parecido a Cuasimodo, nos dijo que nuestra habitación iba a tardar un rato y nos mandó a pasear. Armadas con un mapa, salimos a buscar un desayuno cercano para no caminar tanto, rumbeando para la plaza Murillo, donde correteamos palomas y sacamos fotos.
De la nada un tumulto se armó en uno de los laterales de la plaza ¡Vamos a ver qué pasa! Un auto con vidrios ahumados se acercaba a un edificio de apariencia jerárquica y unos soldaditos muy simpáticos en la puerta.
¿Será posible? Nah… ¿o sí?
Y en ese momento, la confirmación: alguien en el gentío grita: ¡Bien Evo!
ERA ÉL, lo vimos, en La Paz, una mañana fría, de sorpresa, se cruzó por nuestro camino, Evo Morales.
Y así como vino, pegó un saltito para trepar los escalones, y desapareció.
Para recordar ese gran momento: el registro visual que tomamos del hecho. El video tiene el pequeño defecto de que el sonido está levemente desfasado, pero creo que transmite bien el frenesí y la emoción del momento cuando fue tomado.