27/12/09

Ególatras

Con mi abuelo hablábamos el 24 sobre esas cosas que uno dice, y al observar la reacción del receptor, lamentamos haber enunciado. El sentido de la frase no llega como debería y no hay manera de arreglarla. Entonces el maldito ego te tortura y buscas una manera discreta de resarcirte, pero no la hay. Quizás la otra persona dejó pasar el incidente como algo menor, pero para uno es una astillita molesta que no se deja arrancar.

Me anda pasando justo, justo, eso.