¿El flogger, se comió al rolinga?
La pregunta flotó en el aire del remise...
La adrenalina corría en el aire y nos aferrábamos a cualquier tema de conversación que nos distrajera del motivo del viaje.
Estuvimos todos más o menos de acuerdo en que sí, ya no se ven tantos flequillitos cortos, campera de jean y pañolete al cuello. El look flogger, sin embargo, no deja de expandirse. Inclusive el otro día TN mostraba a toda hora la imágen de un niño san juanino de diez años que esperba un transplante de corazón, orgulloso portador del flequillo tapa-ojo.
¿Moisés era el de las siete plagas y el de los diez mandamientos?
Sí, entonces que bien rankeado que está en el antiguo testamento, a falta de un protagónico, le tocaron dos, o tres si contamos lo del mar muerto ¡Fa! y pensar que hay otros que ni una frase célebre metieron y éste ¡dos protagónicos! Che y hablando de eso, alguien se sabe los diez mandamientos...mmm.
¿Los pelirrojos son siempre hijos de otros pelirrojos? ¿Qué pasó con el negrito que iba a adoptar Nicole Neumann? ¿Dónde queda, bien, bien, José León Suarez? ¿Conviene aumentar el abono del celular para tener números grátis? ¿Cómo son tan baratos los vinos en los supermercados chinos?
Los temas seguían surgiendo y el chofer, Omar, se prendió en todos, dando, como todo profesional del rubro, la data justa que nadie más tenía. EL TEMA, del que no queríamos hablar para no tener más nudo en la panza, surgía cada tanto, pero lo espantábamos rápido, agarrandonos otra vez de alguna duda sin sentido.
Y llegamos.
Y lo conocimos a Juan.
Y hablámos de plata.
Y hubo que negociar.
Y sí, vinimos cinco mujeres para meter presión y salir ganando.
Y yo a Caseros no me vengo todos los meses ni por casualidad, estamos en el año 2010, encontremos una solución.
Y la encontramos.
Y nos pusimos de acuerdo.
Y todos hacían chistes.
Y prometimos bajo ningún concepto comer pizza en el piso de la habitación, ni dar clases de sex-dance en el quincho, como los otros inquilinos.
Y hubo que leer el contrato en voz alta.
Y fue un embole.
Y firmamos el contrato.
Y nos explicó para qué sirve cada llave.
Y el departamento es nuestro.
La vuelta también se llenó de conversaciones tontas, porque nos encanta hablar de temas que no le importan a nadie y porque estábamos muy, muy, muy contentas y porque ahora hay que hacer muchos planes y porque la Señorita Ch y yo...
ya tenemos casa.